Llegó a casa con evidente belleza.
Potente, segura de si misma.
Algo narcisista, quizás.
Acostumbrada a llamar la atención, y con razón.
Mi mujer la puso en la cocina y entonces asomó la mirada.
Capullos pequeños tanteaban el terreno.
Y estalló,
Con el erotismo incontrolado de las flores,
Y así se hizo reina en la cocina.

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