De joven es preciosa.
Alegra ciudades enteras con su exageración.
Es sensual, delicada.
Una tentación para las manos, parafraseando a Benedetti.
Una falda girando entre guitarras.
Y súbitamente se cierra y recuerda a un murciélago.
Como si estuviera naciendo y no muriendo.
Pero comienza a secarse en azules, en morados,
Como patos muertos colgados del cogote.
Y un guardarropa de pellejos olvidados.
Cementerios.
Carnicerías.
Morgues.
Cadáveres.
Insectos aplastados contra el cristal de un coche.
Porque hace años, cuando volvías del campo, el coche estaba lleno de insectos muertos. Pero eso era porque el campo estaba lleno de insectos vivos.

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