Comenzamos a salir a la calle como zombis con resaca.
Los que quedamos.
Porque esto fue una escabechina.
Uno se pregunta a dónde van los bares cuando mueren y si el cielo de las notarías no será el infierno de los otros.
Volver a las calles.
Hasta los turistas vuelven para hacer cosas de turista:
no llevar mascarilla, amontonarse, descubrir el sol
y visitar (¡al fin!) a esas tiendas que tanto les esperaron.
La vida se normaliza
y volvemos a hacer lo de siempre.
Lo de siempre.
Lo de siempre.
O no.
Qué gozada de reencuentro: los Jardines de Murillo,
las flores, los patios, los balcones.
¿En todas las ciudades habrá buzones, carteros y calles con toldos?
¿Hay zapatos esperando impacientes a que vuelva la feria?
Aquí hay tranvías vestidos de toro, bicicletas viajando en metro y un aire italiano.
Muy italiano.
La Blanca Paloma nos guarde.
Y hasta aquí me da la gana de leer.

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